CAPÍTULO 1: UN GUSANO
ESPECIAL
El
gusanito Gusito era un gusano muy especial.
No
era demasiado grande ni demasiado pequeño. Podríamos decir que era un gusano de
tamaño normal.
Tampoco
es que el color de su piel destacara frente al color de cualquier otro gusano.
Ni sus ojos saltones, ni los pliegues que se le formaban al arrastrarse... todo
era normal.
Seguro
que a estas alturas os estaréis preguntando qué es lo que tenía de especial el
gusanito Gusito... ya que todo en él era de lo más normal... ¿Acaso sería su
forma de hablar? ¿O tal vez tenía unos dientes enormes que solo se le veían al
bostezar?
No,
no, no. Lo que tenía de especial este gusano entre todos los demás no era otra
cosa que su hogar.
¿Su
hogar? Pues sí. Su hogar. Y es que este gusano no vivía debajo de la tierra
como todos los demás. El gusanito Gusito vivía dentro de una manzana. Y estaba
muy orgulloso de ello. Una manzana grande y roja.
Los
días que tenía calor, podía meterse dentro de ella y sentir el frescor de la
carne de la fruta. Y si por el contrario tenía frío, avanzaba y avanzaba hasta
el corazón de la manzana donde se encontraba muy calentito.
Por
supuesto lo mejor de todo era... que si tenía hambre... ¡no tenía ni que salir
de casa para ir a comprar! Solo tenía que darle un par de mordisquitos a su
riquísima manzana y ¡listo! Ya se podía volver a tumbar a descansar.
Porque
aunque los gusanos parezcan muy trabajadores... no, no, no lo son. No son como
las hormigas. Esas sí que saben bien lo que es trabajar. ¿Pero los gusanos? No.
Bueno,
como no está bien generalizar... lo dejaremos en que nuestro amigo Gusito era
un poco vago y le gustaba más tumbarse a descansar.
CAPÍTULO 2: GUSITO Y EL PLATANERO
Un
buen día nuestro amigo Gusito estaba paseando y paseando cuando miró al cielo,
y vio una gran nube negra, eran enorme, más grande que su manzana, más
grande... ¡¡que una gran cesta llena de manzanas!!
Así
que se apresuró a volver hasta su casa. Se arrastró por la tierra lo más rápido
que pudo, pasando por encima de piedras y palos... Pero no le dio tiempo de
llegar hasta su manzana. Empezó a llover y llover y el pobre Gusito no sabía
que hacer... se estaba mojando mucho y no le gustaba esa sensación.
Afortunadamente
encontró una hoja muy grande con varias puntas. Era una hoja de un árbol
llamado platanero, aunque es un árbol muy curioso, porque no da plátanos. ¿ A
quién se le ocurriría ponerle de nombre platanero a un árbol que no tiene nada
que ver con los plátanos? En fin... cosas de mayores. Sigamos con nuestra
historia.
Resulta
que el gusanito Gusito pudo refugiarse de la lluvia debajo de aquella gran
hoja. Y la verdad es que se encontraba muy bien. Aunque... no tan bien como en
mi manzana, pensaba el pobre Gusito, que no podía evitar echar de menos a la
fruta que durante tanto tiempo había sido su hogar. Tanto, que ni se acordaba.
Pasó
una hora, y otra y otra... y otra siguió a la otra hasta que se hizo de noche.
Y no paraba de llover. Gusito pensó que tendría que pasar la noche allí, en su
nuevo hogar. La verdad es que Gusito nunca había estado tanto tiempo lejos de
su manzana... ya que una noche para un niño puede parecer poco tiempo pero para
un gusano... una noche es muchíiiiiiisimo tiempo, casi casi se podría decir
demasiado.
Gusito
estaba un poco triste, y, para su propia sorpresa, se quedó dormido. A la
mañana siguiente Gusito despertó con un suave cosquilleo en la puntita de la
cola, ese típico cosquilleo que sentía siempre que el sol había estado
calentando su cuerpo durante un buen rato... ¡el Sol! Si ha salido el Sol...
¡¡es porque ya ha dejado de llover!!! Y eso significa... ¡¡que ya puedo volver
a mi manzana!!
CAPÍTULO 3: DE VUELTA AL HOGAR
Gusito se
desperezó. Por un momento recordó lo bien que se había encontrado debajo de esa
gran hoja de un árbol tan especial, el platanero, el árbol que no daba
plátanos. Pero enseguida decidió que en su manzana había vivido tantos momentos
buenos... que prefería volver a ella.
Al salir de su hoja
se le planteaba un gran problema, y es que no sabía por dónde debía volver a su
casa. MIró hacia arriba con la esperanza de orientarse a través del Sol.
Porque, no se si lo sabréis, pero mirando al Sol puedes saber donde está el
norte y el sur, el este y el oeste. Estos son los puntos cardinales, y les
sirven a los mayores para poder saber cual es el camino para ir a cada lugar.
Gusito miró el
Sol... esperando que este le indicara el camino a seguir. El gusanito Gusito
había oído muchas veces a otros animalitos decir que cuando se perdían, el Sol, con solo
mirarlos, les decía por donde debían continuar.
Así que lo estuvo
mirando un buen rato... pero nada. El Sol debía de estar un poco distraído, o
quizá estaba ocupado indicándole el camino a alguna hormiga que se había
extraviado... porque desde luego... al gusanito Gusito el Sol, no le dijo ni
una sola palabra.
Así que como el Sol
no podía ayudarle pensó en seguir sus propias huellas. Al ir avanzando
arrastrándose por la tierra seguro que había dejado un camino, un rastro que
poder seguir para volver hasta su manzana.
El gusanito Gusito
buscó y buscó pero... no encontró nada.
La lluvia... la
lluvia ha borrado mi rastro, pensó.
- ¿Qué puedo hacer
ahora? - Se preguntó nuestro amigo Gusito.
Lejos de agobiarse
el gusanito Gusito se echó a andar, o mejor dicho tratándose de un gusano... a
arrastrar.
Avanzó sobre la
hierba húmeda que refrescaba su carne... subió un par de piedras o tres para
mirar desde lo alto, para ver si veía su manzana... pero nada. Allá donde
miraba solo veía piedras, hierba y... otros animalitos.
- ¿Otros
animalitos? - pensó... - ¡Pues claro! Puedo preguntarle a otros animalitos que
sean más grandes y más rápidos que yo si han visto mi manzana!
Gusito se subió a
la piedra más cercana para ver si había algún animalito cerca lo bastante
grande como para avanzar más rápido que él... pero lo bastante pequeño para que
no le diera miedo.
Desde su
improvisada torre (la piedra a la que se había subido) pudo contemplar como si
fuera un monarca todo el reino.
Vio como una
larguísima fila de hormigas trasladaban unas miguitas de pan hasta su
hormiguero... a lo lejos, había una lombriz alargada que asomaba la cabecita a
ras de suelo, sin atreverse a salir de su agujero... y también vio un pájaro.
Un precioso pájaro amarillo, muy grande, o al menos, grande a los ojos de un
gusano.
Gusito pensó que la
mejor opción sería preguntarle al pájaro... si no hubiera sido un pájaro,
claro. Porque... ¿alguien sabe que comen los pájaros? Es cierto que comen
semillas, hojas... pero también comen gusanos. Y aunque Gusito había oído decir
que algunas especies de pájaros no comían gusanos... no era un riesgo que
estuviera dispuesto a correr.
No, el pájaro no
era una opción. Tenía que buscar otro animal que pudiera ayudarle... un animal
grande pero no demasiado fuerte, que desde luego no comiera gusanos... por
ejemplo... ¡un caracol! Eso es, un caracol. ¡Como ese de ahí!
Allí estaba un
enorme caracol con la concha marrón y negra. Él podría ayudarle. Los caracoles
eran conocidos por su amabilidad, les gustaba recorrer el mundo, sobre todo
después de la lluvia... ¡en días como hoy! Seguro que el caracol podría decirle
cual era el camino para encontrar su manzana. Seguramente la habría visto y no
habría podido evitar darle un mordisquito a tan apetitosa fruta... A Gusito no
le importó que el caracol hubiera comido un poquito de su manzana aunque... no
pudo evitar que se le hiciera la boca agua al recordar a su apreciada y ante todo
gustosa manzana.
Sin pensarlo ni un
momento más... Gusito bajó de la torre, digo de la piedra, y se fue
directamente hacia una gran hoja sobre la que descansaba el caracol.
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CAPÍTULO 4: EL CARACOL SEBASTIÁN
Habría pasado una media hora más o menos cuando Gusito llegó al
lugar donde había visto por primera vez al caracol. Por desgracia, este no se
había quedado quieto, sino que se había ido a dar un paseo.
Así que Gusito se encontró que después de realizar un gran
esfuerzo... no había servido para nada. ¿Para nada? No, pensó. Siempre que nos
esforzamos por un motivo, con una causa, no es un tiempo perdido. Aunque en ese
momento no sepamos muy bien para qué, nuestro esfuerzo siempre sirve para algo.
Como el gusanito Gusito estaba bastante cansado... decidió no
pensar más y tumbarse a descansar en aquella hoja... porque recordemos que
nuestro amigo era un poco vago. Y, con un poco de suerte, pensó, quizá el
caracol vuelve de su paseo dentro de poco y mi esfuerzo no habrá sido en vano.
Gusito se quedó dormido enseguida... y no sabría decir con
exactitud cuánto tiempo duró aquella siesta. El gusano soñó con su manzana, tan
bonita, tan roja y apetitosa... después soñó con la hoja del platanero, el
árbol que no da plátanos... y por último soñó con el caracol. Ese caracol que
había visto a lo lejos... tan majestuoso, tan grande... ¿tan grande?
La verdad es que el caracol... debía de ser grande, no lo dudo,
pero... desde la piedra dónde lo vio Gusito... el caracol se veía bastante
pequeño... entonces... ¿por qué ahora lo veía grande?
El gusanito Gusito se encontraba un poco confuso. A veces, cuando
se despertaba, había unos segundos en los que no sabía muy bien si estaba
dormido o despierto, y confundía la realidad con un sueño. Y eso era lo que le
estaba pasando en este momento. El gusanito Gusito se había despertado pero...
¡creía que aún estaba soñando! Creía que estaba soñando con el caracol pero...
en realidad no era un sueño. Gusito se había despertado... ¡y estaba viendo al
caracol! En primera fila.
Nuestro amigo, cuando se dio cuenta, estaba tan contento que no
podía parar de moverse a un lado y al otro... no podía parar de reír, pero sin
decir ni media palabra.
El caracol lo miraba atónito, que quiere decir sorprendido, porque
no entendía el comportamiento tan raro de aquel gusano.
Al final, el caracol dijo:
- Tranquilo amiguito... o te vas a marear.
- Pe, pe pe, pero... pero, pero de verdad eres tu el caracol? ¿Ese
caracol que vi desde lo alto de una torre, digo de una piedra? - preguntó
exaltado Gusito.
- Sí - dijo tranquilamente el caracol- De verdad soy un caracol, y
ahora que lo pienso es cierto que vi a lo lejos un gusano encima de una piedra.
¿Eras tu ese gusano?
- Siiiii - dijo entusiasmado el gusanito Gusito- ¡Era yo! No puedo
creer que tu también me vieras.
- Bueno gusanito, me alegro de que por fin nos hayamos conocido en
persona. Y bien, yo soy el caracol Sebastián... ¿y tu? ¿cómo te llamas? -
preguntó el caracol Sebastián con voz tranquila.
- Yo soy el gusanito Gusito, y vivo en una gran manzana roja. -
contestó más tranquilo nuestro amigo.
- Muy bien gusanito Gusito. ¿Y que te trae por aquí, tan lejos de
tu hogar? Porque he estado dando un largo paseo y... no he visto ninguna
manzana roja por aquí.
- Pues... verás - dijo el gusanito Gusito- esta es mi historia-
Resulta, que voy vivo en una manzana roja, y me encanta, porque cuando hace
calor, su carne fresquita es muy agradable y cuando hace frío, solo tengo que
darle unos cuantos mordisquitos y me adentro hasta su corazón... y allí estoy
calentito. Y si tengo hambre... ¡tengo comida de sobra! Porque mi manzana está
muy rica.
El caso es que hace unos días salí a pasear... cuando de repente
vi una gran nube en el cielo... y empezó a llover. Me escondí bajo la hoja de
un árbol que se llama platanero, pero que es un árbol que no da plátanos... (no
tiene sentido, lo se, cosas de mayores). El caso es que dejó de llover, salí de
mi escondite pero no vi mi manzana. Intenté preguntarle al Sol pero debía estar
ocupado porque yo lo miré un buen rato pero él no me dijo nada... así que me
subí a una piedra y te vi. Por eso estoy aquí, porque pensé que tu podrías
ayudarme.
- Vaya...- dijo sorprendido el caracol Sebastián- menuda historia
llena de aventuras. Debes de ser un gusano muy valiente.
- Sii... lo soy.- dijo orgulloso Gusito - así que... ¿puedes ayudarme? ¿has visto mi manzana?
- Siento mucho tener que ser yo el que te diga esto amiguito
pero... no he visto tu manzana roja y carnosa - dijo apenado el caracol
Sebastián - pero sí he visto una manzana... Puede que en algún momento fuera
roja pero ahora... estaba toda golpeada por la lluvia, algunos pájaros la
habían picoteado y la poca carne que le quedaba estaba podrida.
El gusanito Gusito notó un escalofrío que le recorrió todo el
cuerpo. ¿Cómo podía ser posible lo que le estaba diciendo Sebastián? Su
manzana, su preciosa manzana... se pudrió. Gusito sabía que todas las cosas
llegaban a su fin, y que las manzanas, cuando no están en el árbol... al final
se acaban pudriendo. Pero no pensó que pasaría tan pronto y se sintió muy
triste... triste y solo. Tanto, que estaba a punto de echarse a llorar.
Entonces, oyó una voz que le reconfortó.
- No te preocupes, pequeño. No estás solo. Yo voy a ayudarte.
Era la voz de Sebastián, tan calmada como siempre. La verdad es
que el saber que tenía un amigo que iba ayudarle hizo que el gusanito Gusito se
sintiera mucho mejor.
- No tienes que preocuparte por dónde vas a vivir - continuó el
caracol Sebastián - Todos, cuando nos hacemos mayores, tenemos que buscar otra
casa... es ley de vida. Le pasa a todos los animalitos... y también a las
personas. Los cambios forman parte de la vida... y no tienen que ser malos. Se
que a veces da un poco de miedo hacer cosas nuevas pero... si no pruebas algo
nuevo, no sabes si te va a gustar.
El gusanito Gusito se encontraba cada vez mejor. Que sabias eran
las palabras del caracol Sebastián. Si él nunca se hubiera atrevido a salir de
debajo de la tierra... nunca habría encontrado su manzana. Y si no hubiera
salido a pasear... no habría conocido a su amigo el caracol Sebastián.
- Gracias Sebastián - dijo el gusanito Gusito - ya me encuentro
mucho mejor.
- ¿Eso quiere decir que te quedarás a vivir conmigo?- dijo el
caracol Sebastián.
- No veo por que no. Me quedaré un tiempo contigo.
Y así ocurrió. El gusanito Gusito vivió muy a gusto con el caracol
Sebastián durante algún tiempo. A Sebastián le gustaba mucho pasear después de
los días de lluvia, cuando el suelo estaba mojado, y Gusito le acompañaba.
Además, nunca se cansaba, porque el caracol Sebastián, aunque era muy grande...
andaba muy despacio, y el gusanito Gusito no tenía ningún problema para
seguirlo.
Los días pasaron en armonía... hasta que un día el gusanito Gusito
sintió la necesidad de seguir explorando... quería conocer mundo. Así que se
despidió de su amigo Sebastián, con el que había aprendido muchas cosas... y
simplemente se fue.
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CAPÍTULO 5: UNA,
DOS, TRES, CUATRO Y CINCO... NI UNA MÁS NI UNA MENOS
Era un día soleado. A Gusito las tormentas nunca le habían
gustado, le recordaban al día que tuvo que abandonar su preciosa manzana... así
que no eligió un día de lluvia para salir a conocer mundo, sino que eligió un
día con mucho sol. Sabía que el Sol era muy importante, porque siempre estaba
muy ocupado. A menudo, en sus paseos con el caracol Sebastián, se alejaba un
poco de él e intentaba preguntarle al Sol alguna cosa pero... el Sol siempre
siempre estaba muy ocupado... pobrecito señor Sol, pensaba Gusito, tiene tanto
trabajo que seguro que no le queda tiempo para jugar.
Así que aunque Gusito sabía que seguramente el Sol no podría
guiarle... decidió salir a andar. Como no tenía claro en que dirección avanzar,
decidió seguir al viento. Es fácil, solo tienes que coger un trocito de hoja,
sujetarlo en alto sobre la mano... y esperar a que el viento lo mueva en alguna
dirección.
Gusito buscó por el suelo alguna hoja que estuviera seca, porque
le daba pena coger una hoja verde. La verdad es que no le costó mucho encontrar
una, porque como estaba empezando el verano y hacía tanto calor, algunos
árboles estaban dejando que sus hojas se secaran al sol. Así que cogió una
puntita, se incorporó y la sujeto con una de sus patitas. Tuvo que esperar un
poquito, porque en ese momento no soplaba demasiado viento... pero al fin
sopló. Una pequeña brisa suave, pero lo bastante fuerte como para mover el
trocito de hoja que sujetaba el gusanito Gusito.
Bien, la hoja se ha ido hacia el Este, es decir, hacia la derecha.
Así que empezó a arrastrarse hacia ese lugar. El gusanito Gusito no cambió de
dirección, se arrastró y arrastró y arrastró durante un largo camino. Había
muchas piedras y tierra... pero apenas había césped.
Hasta que de pronto encontró un montoncito de piedras
amontonadas... UNA, DOS, TRES, CUATRO Y CIN... CINCO, ni una más, ni una menos.
Nuestro amigo Gusito, como ya sabéis, era muy curisoso, y no pudo
evitar acercarse a aquel lugar. ¿Qué animalito construiría su casa con cinco
piedras, ni una más ni una menos?
El gusanito Gusito en un primer momento pensó que estaban
amontonadas sin más, pero conforme se acercaba se dio cuenta de que estaban
colocadas estratégicamente, de una manera especial.
En primer lugar, como en el centro, había una piedra redonda. A
sus lados, había otras dos piedras un poco más altas y alargadas. En la parte
de arriba, como haciendo de tejadillo, había una piedra plana inclinada hacia
atrás. Y por último, en la parte de delante, había una piedra más pequeña y
también plana, muy bonita porque estaba pintada, que parecía que era la puerta
de la casa.
Gusito conforme se acercaba sentía más curiosidad por saber que
animalito era el que había sido tan ingenioso como para construir una casa con
tan solo cinco piedras. Y... cuál fue su sorpresa cuando se acercó y vio que
aquella casita de piedra tenía hasta... ¡un jardín! Si si, un jardín. No era un
jardín como los que todos os podríais imaginar, lleno de flores de colores...
el gusanito Gusito vivía en la naturaleza, y no le hubiera sorprendido ver
flores en el campo... no no, era un jardín hecho con trocitos de papel de
colores, que estaban colocados alrededor de unas bolitas plateadas, y que
cuando los mirabas, parecían flores.
El gusanito Gusito se acercó con mucho cuidado pues no quería
estropear tan precioso jardín, y con su patita golpeó la puerta. La verdad es
que no obtuvo contestación, y no le extraño, dado que su patita, tan pequeña,
al golpear contra la puerta... no hizo ningún ruido. Así que aunque sea un poco
de mala educación... Gusito decidió alzar la voz para llamar la atención del
inquilino de tan fabulosa casa.
- ¿ Hola ? ... ¿Hooooolaaaaaaaa? - preguntó gritando un poco el
gusanito Gusito pero no obtuvo ninguna respuesta.
- ¿Hay alguien en casa? - insistió gritando un poquito más.
Nada, solo silencio.
El gusanito Gusito pensó que no debía de haber nadie dentro así
que pensó en escribir una nota. Buscó por el suelo un trocito de hoja seca (ya
sabemos que no le costaría mucho encontrar una porque algunos árboles por el
calor del verano estaban dejando que sus hojas se secaran... ay, pobre señor
Sol, ¡cuánto trabajo tiene! Además de guiar e indicar el camino tiene que
calentarnos a todos... suspiró el gusanito Gusito sintiendo un poco de pena por
el pobre señor Sol, que no tenía tiempo de jugar.
Cuando encontró una hoja lo bastante grande como para escribir,
cogió una ramita y la untó con un poquito de barro para escribir lo siguiente:
Querido inquilino o inquilina.
Soy el Gusanito Gusito y quiero decirle que me gusta muchísimo lo
que ha hecho con estas cinco piedras, me parece un trabajo excepcional.
Me gustaría mucho poder hablar con usted y que me enseñara su casa
por dentro.
Volveré mañana al medio día, cuando el señor Sol está en lo más
alto, para visitarle. Espero que esté disponible.
Un saludo,
El gusanito Gusito.
La verdad es que la carta le había quedado algo formal... pero
claro, alguien que había sido capaz de construir semejante casa con tan solo
cinco piedras... y un jardín tan bonito con papeles de colores... tenía que ser
un animalito excepcional... quizá incluso fuera un pájaro. Y claro... había que
tratarlo con mucho respeto... ¡no se fuera a enfadar!
Gusito echó con mucho cuidado la nota dentro de la puerta de la
casita y se fué a buscar algún sitio donde descansar. Buscó por el suelo alguna
hoja de platanero, el árbol que no da plátanos, pero como no vió ninguna se
conformó con una hoja de otro árbol que se llama catalpa, que también es muy
bonito. Durante la noche, solo podía pensar en qué clase de inquilino tendría
aquella extraña casa... y no pudo evitar soñar con un pájaro muy especial, del
que Gusito había oído hablar una vez. Era un pájaro al que le gustaba hacer una
especie de jardín, cogiendo cositas de colores que encontraba... y así llamar
la atención de otras pajarillas. Con ese pensamiento Gusito se quedó
profundamente dormido. Le preocupaba un poco que el inquilino de aquella casa
fuera un pájaro pero... al fin y al cabo, no todos los pájaros comen gusano...
¿o sí?
CAPÍTULO 6: EL EXTRAÑO INQUILINO
Al día siguiente, Gusito se levantó muy descansado. Dio un paseíto
en busca de algo de comida y se relajó un poco hablando con una hormiguita, la
Hormiguita Tita. Esta hormiguita le pareció muy simpática aunque estaba un poco
majareta, pues le contó que quería hacerse amiga de un león y de una serpiente.
El gusanito Gusito también le contó a la hormiguita Tita su historia, y a ella
le pareció muy interesante. Cuando se despidieron, los dos desearon volverse a
encontrar en el futuro para contarse sus aventuras.
Gusito miró al señor Sol, que ya casi casi estaba en lo alto… y
algo nervioso, se dirigió hacia la casa de las cinco piedras, ni una más, ni
una menos.
Tenía el presentimiento de que el inquilino de auqella casa iba a
ser un pájaro. Había visto restos de semillas en la parte de atrás… y algunas
pajas colocadas en el tejado… y eso de las pajas y las semillas era muy típico
de los pájaros.
Así que con la esperanza de que aquel pajarito fuera vegetariano…
el gusanito Gusito se armó de valor y tocó la puerta de piedra, justo en el
momento en el que el señor Sol llegaba a lo más alto.
- ¿Quién es? – preguntó una voz de fondo.
- Esto… ho, hola – dijo Gusito algo nervioso – Soy el Gusanito
Gusito… ¿no vió usted mi nota?
- Ah, si, pase, pase… Pero no pase, que estoy en el jardín de
atrás.
El gusanito Gusito pensó que aquel inquilino sí que era especial.
Para que le invitaba a pasar, si luego resulta que no estaba dentro, sino que
estaba fuera… en fín, parecía que hoy era el día de encontrarse con animalitos
que estaban un poco tururú, primero la hormiguita Tita… y ahora esto.
El gusanito Gusito con gran expectación se fue arrastrando hasta
la parte trasera de la casa donde se confirmaron sus terribles sospechas…
efectivamente el inquilino de aquella casa era… un pájaro.
Pero no un pájaro grande y colorido como él se esperaba... sino
que era un pájaro de lo más normal… para ser exactos, un gorrión.
Por un momentos e sintió aliviado, ya que el gorrión no era
demasiado grande y parecía anciano… no creo que tenga ganas de comerse a un
gusano tan gordito como yo.
Resulta, que el gorrión se llamaba Paco, y no era el constructor
de aquella casa. Paco el gorrión le contó a Gusito que la casa la había
construido un pájaro más grande que él, una urraca, y que la señora urraca le
había enseñado como cuidar el maravilloso jardín delantero. El gusanito Gusito
no lo sabía, pero resulta que a la señora Urraca le gustaba mucho coger cosas
brillantes que le llamaran la atención… y así poco a poco había ido formando su
jardín.
Ahora, Paco el gorrión y su amigo Peladillo, que era otro pajarito
silvestre, se encargaban de cuidar la casa de la señora Urraca y le mantenían
el jardín.
Paco el gorrión no sabía donde se había ido la señora Urraca, ni
tampoco si volvería… pero le gustaba mucho mantener aquel jardín. Además, allí
su amigo Peladillo le contaba muchas historias sobre su vida en libertad.
CAPÍTULO 7: PELADILLO
Peladillo era un pajarito de lo más excepcional. Era un poco más
pequeño que Paco el gorrión, pero bastante más joven. Peladillo había tenido
una infancia dura… no tenía muy claro quién había sido su papá y quien su mamá…
pero dado el color de sus plumas algunos le decían que descendía del
verdecillo, otros le decían que del jilguero… y la verdad es que él creía que
tenía un poco de los dos.
Peladillo siempre había vivido en libertad, volando de aquí para
allá… hasta que un día las cosas se pusieron difíciles y tuvo que enfrentarse
con otros pajarillos para conseguir comida. Peladillo, que era bastante
pacifista, salió mal parado de aquella pelea ya que se quedó sin la comida y
sin las plumas de su cabeza… y de ahí su nombre, Peladillo.
Entonces decidió que tal vez la vida loca en libertad no era lo
más aconsejable para un pájaro tan pequeño. Había oído hablar de una señora de
la ciudad que alimentaba a los pajarillos silvestres. Esta señora ponía en la
ventana 3 vasitos de plástico de colores. En el azul, ponía agua fresca. En el
amarillo, miguitas de pan y en el rojo, alpiste. Muchos pajarillos pequeños de
la ciudad acudían a su ventana para comer un poquito y ella nunca los asustaba.
Peladillo había oído historias incluso de que la señora, si alguno estaba
enfermo, lo ayudaba hasta que se recuperaba del todo, y nunca nunca les robaba
su libertad.
Peladillo no se lo creyó hasta que no lo vió con sus propios ojos
y ahora estaba muy contento porque aquella señora, que se llamaba Mercedes, era
muy buena y nunca dañaba a ningún animal. Además, en su terraza tenía muchas
plantas don flores de colores que a los pajaritos les encantaba pararse a mirar.
Peladillo se sorprendió un poco al ver a Paco el gorrión hablando
con un gusano, pero en cuanto el gusanito Gusito le contó su historia le
pareció de lo más interesante… yo también he vivido muchas historias, había
dicho Peladillo, si quieres puedo contarte alguna.
El gusanito Gusito estaba muy contento porque en su viaje, estaba
conociendo animalitos de lo más interesante. Y ahora Peladillo se disponía a
contarles la historia de la tortuga Cleopatra.
CAPÍTULO 8: LA TORTUGA CLEOPATRA
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Y ahora te invito a que si te ha gustado mucho, si no te ha gustado nada, si cambiarias algo de la historia o si quieres que Gusito se encuentre con algún animalito en concreto en sus aventuras... lo escribas en los comentarios.
¡¡Me gusta mucho saber qué opinan mis lectores!! Y se admiten sugerencias sobre otros temas sobre los que os gustaría que trataran nuestras historias.
Si prefieres enviarme un correo electrónico... pincha aquí
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me ha gustado mucho pero muy muy largo
ResponderEliminarUy, y eso que ¡¡todavía no ha terminado!! Sí, la verdad es que este cuento es para leerlo despacito a ratitos pero me alegro de que te guste y si quieres, puedes decirme como te gustaría que continuara... a qué animalitos quieres que se encuentre el gusanito Gusito... por ejemplo.
EliminarYa está disponible la versión reducida de este mismo cuento. Puedes leerla en el siguiente enlace: http://volviendoafantasia.blogspot.com.es/p/el-gusanito-gusito-cuento-version.html
EliminarEspero que te guste.
En breve publicaré también en versión reducida el cuento "los sombreros de la bruja", para niños más pequeños o lecturas más rápidas.