El sombrero de la bruja
Había una vez, en un pueblecito, una
bruja muy malvada que tenía 6 sombreros. Uno era de color rojo, otro de color
verde, otro de color negro, otro era azul, otro amarillo y por último uno
blanco.
Esta bruja era muy mala y le encantaba
hacer cosas para destruir la tranquila vida de los habitantes de aquel
pueblecito. Pero no era como todas las demás. No necesitaba hacer pócimas en un
caldero, ni volar con su escoba para hacer trastadas... lo único que necesitaba
era abrir el armario... y coger un sombrero. Si, si, un sombrero.
La bruja había hecho un hechizo a cada
uno de sus sombreros, de manera que cada uno suponía una desgracia. Si por
ejemplo se ponía el sombrero de color rojo, todas las hojas de los árboles se
secaban y caían al suelo, incluso aunque fuera primavera!! Todas las flores se
marchitaban como si estuvieran en otoño, y ese año, los árboles no daban fruto.
Si se ponía el sombrero de color verde,
pasaba todo lo contrario. Empezaban a crecer zarzas con espinas por todas partes,
por la acera, por las paredes de las casas... por todas partes, de manera que
los habitantes del pueblo no podían caminar sin pincharse.
Si por el contrario elegía el sombrero
de color negro... uf, el negro era uno muy malo, porque entonces el cielo se
tornaba oscuro y no paraba de llover en 10 días. Pero no una tormenta normal
no, una tormenta de las que da miedo, con rayos, truenos, viento fuerte y todo
lo malo que os podáis imaginar.
El sombrero de color azul hacía que las
alcantarillas de la ciudad se estropearan, y que todo se llenara de aguas
fecales y oliera muy muy mal. Y el sombrero amarillo hacía que las
papeleras de todo el pueblo se vaciaran y se llenara el suelo de papeles y
desperdicios, dejando las calles hechas una porquería.
¿Y el sombrero blanco? Ese sombrero la
bruja nunca se lo ponía. Los habitantes de aquel pueblo no estaban muy seguros
de por qué, pero una antigua leyenda decía que si la bruja se ponía el sombrero
blanco la paz llegaría.
Todos estaban cansados de la bruja y de
sus trastadas, pero le tenían tanto miedo que nadie se atrevía a enfrentarse a
ella.
Las trastadas de la bruja
Un día, los niños del pueblo estaban
jugando tranquilamente en la plaza cuando de repente... todas las papeleras se
vaciaron y el suelo se llenó de desperdicios, papeles del envoltorio del
bocadillo, cáscaras de pipas, botellas de agua vacías... de todo!! Los niños se
pusieron muy tristes y se pasaron toda la tarde recogiendo el parque. La bruja,
pensaron, la bruja se ha puesto el sombrero amarillo.
A los pocos días, estos niños estaban
paseando tranquilamente con sus papás un precioso día soleado cuando de
repente... vieron en lo alto de la montaña, donde estaba el castillo de la
bruja... una silueta con un sombrero negro entre sus manos.
¡Noo! ¡Es la bruja otra vez, haciendo
otra de sus trastadas! ¡Va a ponerse el sombrero negro!
Inmediatamente después el sol
desapareció tras un montón de nubes negras y entre rayos y centellas los niños
corrieron con sus papás a refugiarse en casa.
Diez días y sus diez noches duró aquel
cielo negro, pero negro, negro, negro y su lluvia, sus relámpagos y sus rayos
que tanto asustaban a los niños. Pasados esos diez días, pudieron volver
al cole, y un grupo de 4 niños valientes, de tan solo 6 años, decidieron que
esto no podía ser.
- Hay que enfrentarse a la bruja - dijo
Chema.
- Esto no puede ser - le respaldó
Carmen.
- No, tenemos que ser valientes y subir
a su castillo - dijo Jaime.
- Si, pero... una vez en su castillo...
¿qué es lo que vamos a hacer? - preguntó tímidamente Ángela, que evidentemente
era la más sensata de los cuatro.
- Sea lo que sea, algo hay que hacer.
Vayamos allí, y cuando estemos cerca, ya lo decidiremos - repuso Chema, que era
el líder del grupo.
Y sin más dilación 4 niños con sus
mochilas de ir al colegio, armados de un cuadernillo de matemáticas, una agenda
y un estuche lleno de pinturas, rotuladores y lápices emprendieron el viaje más
emocionante de sus vidas.
Les dijeron a sus papás que se iban a ir
a enfrentar a la bruja, pero ellos no les hicieron mucho caso y pensaron que
estaban jugando. Los niños, que siempre decían la verdad, se alegraron de que
sus padres no estuvieran preocupados y de que les dieran ánimos para la
singular hazaña que les esperaba.
Como cangrejos de río
Avanzaron por el camino que salía del
pueblo hacia el Oeste, ya que aunque tendrían que dar un pequeño rodeo para
llegar al castillo de la bruja, que estaba dirección Este, llegarían por la
parte de detrás y ella no podría verles. No habrían caminado ni 10 minutos
cuando empezaron a oír gritos que provenían del poblado, a sus espaldas.
Asustados los niños se giraron para
comprobar que la bruja se había puesto su sombrero verde, y estaban creciendo
zarzas con espinas por todas partes... y no solo en el pueblo... ¡también en el
camino en el que se encontraban los niños! Las ramas empezaban a rozarles los
tobillos y las pantorrillas...
- ¡No os preocupéis, que tengo una idea!
- dijo Carmen.
Los cuatro niños empezaban a sentir las
cosquillitas que les hacían las espinitas de las zarzas por las piernas. De
momento solo eran cosquillas pero... sabían que pronto podrían hacerles daño.
- ¡Sacad todos el cuadernillo de
matemáticas de la mochila! - gritó Carmen.
- ¿El cuadernillo de matemáticas? ¿Es
que te has vuelto loca? ¿Quieres que nos pongamos ahora a hacer las tareas? -
le dijo Chema, que la verdad es que no entendía nada.
- ¡No, tonto! Lo usaremos para
protegernos las piernas. ¡Ponéroslo así! - ordenó Carmen mientras sacaba el
cuadernillo de su mochila y se lo ponía abierto, delante de sus piernas y
sujetándolo con las manos por los lados, de manera que le cubría las dos
piernas desde los tobillos hasta las rodillas.
- ¡Funciona! - exclamaron los niños
- ¡Subiros bien los calcetines! ¡Ahora!
- gritó Chema, un poco enfadado porque le gustaba ser el jefe y le molestaba
que no se le hubiera ocurrido esa idea a él...
- Pero ahora... ¿cómo vamos a caminar? -
preguntó Ángela un poco resignada, que ya se había subido los calcetines casi
hasta las rodillas y con el cuadernillo se encontraba totalmente protegida.
- ¡Andaremos hacia atrás, como si
fuéramos cangrejos de río! - dijo Jaime, muy contento por haber encontrado la
solución al problema.
Despacito y buena letra, como solía
decirles su profesora, los cuatro niños avanzaron entre los matorrales sin
hacerse ni un rasguño. Conforme se alejaban del pueblo las zarzas crecían con
menor intensidad, ya que la bruja había hechizado el gorro para que sus
maldades hicieran efecto en el pueblo y sus alrededores... pero no en la
cercanía de su castillo.
Cuando los niños vieron que ya no había
peligro en el camino, volvieron a guardar sus cuadernillos en la mochila...
¡nunca les habían gustado tanto las matemáticas como en ese momento! ya que
gracias a ellas, se habían librado de unos buenos arañazos. Además, como los
cuadernillos estaban forrados, apenas se habían estropeado. Habría que
cambiarles el forro, eso sí, pero seguro que en casa podrían solucionarlo.
Estaban muy orgullosos aunque algo
cansados. El sol empezaba a esconderse... pero ya estaban muy cerca del
castillo, así que decidieron hacer un último esfuerzo y llegar hasta él. Por lo
menos, pasarían la noche a cubierto y... quién sabe, tal vez lograrían vencer a
la bruja.
La extraña cueva
Parecía que hacía una eternidad desde
que los niños se habían despedido de sus papás para ir hacia el castillo. Sólo
habían pasado unas horas pero… estar toda una tarde lejos de los papás era
demasiado para 4 niños de 6 años, sobre todo ahora, que se acercaba la hora de
la cena… ¡y no tenían nada de comida en sus mochilas!
Por suerte, los niños ya podían ver los
muros de la parte de atrás del castillo, así que siguieron avanzando despacito
y un poco agachados, por si acaso la bruja tenía a algún animalito vigilando…
Al fín llegaron hasta la pared del castillo.
El sol ya se había escondido prácticamente del todo y los niños estaban
preocupados porque no sabían que podrían hacer para entrar. Carmen empezó a
tocar cuidadosamente todas las piedras de la pared, a ver si había alguna
suelta que fuera la llave para una entrada secreta. Chema por su parte estaba
algo preocupado porque veía que no sería fácil entrar en el castillo…
- ¿En qué estábamos pensando? - dijo
finalmente Ángela. - Cómo 4 niños pequeños íbamos a ser capaces de derrotar a
la bruja… ¡Si ni siquiera podemos entrar en el castillo!
Carmen, Ángela y Chema se sentaron
apesadumbrados.
- Es inútil que sigas buscando, Jaime -
le dijeron los niños - La bruja lo tiene todo muy bien pensado y este castillo
es impenetrable.
- Será mejor que busquemos un sitio
donde pasar la noche.
Los niños decidieron acercarse al bosque
que había a unos 50 metros del castillo. Ellos eran buenos con los animales,
así que los animalillos del bosque no les harían daño. Iban caminando, todos en
fila india, cuando de repente Jaime, que era el primero… desapareció.
- Aaaaaaaaahhhhhhh - gritó.
- ¡Jaime, Jaime! ¿Estás bien? - preguntó
Carmen, que iba justo detrás de él.
- ¡Síiii!- gritó Jaime - ¡No os váis a
imaginar lo que hay aquí abajo! ¡No tengáis miedo y tiraros como si fuera un
tobogán! ¡Es igual que tirarse por el tobogán rojo de la plaza, ese que tiene
una curva!
La primera en bajar fue Carmen. Le costó
unos instantes ver bien, ya que sus ojos se habían cegado un poco por la luz.
¿La luz? Pero si era de noche… ¿cómo podía ser que allí, en aquella cueva
subterránea hubiera luz?
Jaime, que al haber caído primero había
tenido tiempo de investigar un poco por la sala le explicó a Carmen que
seguramente ese sería un escondite de la bruja, y que lo habría hechizado para
que fuera un sitio iluminado.
- Aaaaaaaah - gritó Chema al bajar.- ¡Increíble!
Pero… ¿dónde estamos?- preguntó.
A los niños no les dio tiempo de
contestar porque oyeron un grito:
- ¡Yo también voyyyyyyyy!
Era Ángela, que seguramente había
sentido miedo al quedarse la última allí arriba en el bosque, y no había
querido esperar para bajar con sus amigos.
- Por lo que he podido observar… - comenzó a
decir Jaime.
- Creemos que este es un refugio que
hizo la bruja - repuso rápidamente Chema, al que le encantaba llevar la voz
cantante, porque era el líder del grupo - Seguramente lo preparó por si alguna
vez tenía que huir de su castillo…
- ¡Mirad! Aquí hay comida - dijo Ángela,
que sin hacerle demasiado caso a Chema se había puesto a investigar por su
cuenta.
Efectivamente sobre unas piedras que
estaban dispuestas de manera que parecían una estantería, había fruta, pan y
¡jamón serrano! Todo estaba al lado de una fuente natural de la que salía agua.
Prepararon unos bocadillos, porque ya
eran niños mayores, niños de 6 años, y sabían como hacerlo. Bebieron un poquito
de agua, porque claro, el jamón serrano… les había dado sed. En un primer
momento tuvieron miedo por si el agua estuviera encantada pero… enseguida
descartaron la idea. Estaba claro que esa cueva era un escondite de la bruja
así que… nada de lo que pudieran comer allí tendría algún efecto negativo… sino
todo lo contrario. Los niños se sentían fuertes y animados. Seguramente la
bruja había hechizado esa comida para que diera más energía de lo normal. Y eso
a nuestros niños… les iba a venir realmente bien.
Después de retomar las fuerzas con la
cena, estaban dispuestos a seguir avanzando por aquella extraña cueva… cuando
descubrieron un gran colchón. Desde luego la bruja lo tenía todo preparado,
comida para varios días… una cama grande donde poder dormir… La verdad es que
los niños pensaron que la bruja debía de ser realmente grande si necesitaba una
cama como esa para echarse a dormir.
Los cuatro niños se acomodaron
perfectamente en aquel colchón que tenía unas sábanas muy suaves… aunque de
color negro. Ángela cerró los ojos, Jaime también,
Chema los apretó con fuerza y Carmen deseó con todo su corazón que las luces se
apagaran para que todos pudieran dormir bien. Y dicho y hecho, o más bien…
pensado y hecho, las luces se apagaron y los cuatro niños quedaron
profundamente dormidos.
Y… no creáis que tuvieron pesadillas…
no, no, no, todo lo contrario. Ya que aquella cama era mágica y resolvía
durante el sueño todas las dudas de la persona o personas que durmieran en ella.
De esta manera, los cuatro niños vieron en sus sueños la forma de derrotar a la
bruja… y si tu también quieres saberlo… tendrás que seguir leyendo.
Los dos caminos
A la mañana siguiente nuestros cuatro
valientes se despertaron muy descansados y contentos, ya que todos ellos habían
tenido un sueño maravilloso en el que habían descubierto cómo podrían vencer a
la bruja. La clave de todo era el sombrero blanco pero… ¿Cómo conseguirían
salir de aquella cueva y llegar al castillo de la bruja?
Se levantaron y se acercaron a la
estantería de piedras en la que estaba la comida. Mas cual fue su sorpresa al
ver que en donde ayer se encontraba el jamón serrano y el pan ahora había
cruasanes, palmeritas de chocolate y zumitos de naranja, de esos que llevan
hasta la pajita. Los niños desayunaron y se sintieron muy fuertes y preparados
para buscar una salida.
Investigaron la cueva de un extremo al
otro, una y otra vez, primero todos juntos… luego por separado. Finalmente,
Chema convocó una reunión.
- A ver Ángela… ¿qué has visto? – dijo
Chema.
- Pues… he encontrado un túnel en la
parte norte de la cueva… y otro túnel en la parte sur. – contestó ella.
- Me temo que todos hemos descubierto lo
mismo – dijo Carmen.- Todos hemos visto el túnel de la zona Norte, y el túnel de
la zona sur. La pregunta ahora es… ¿Cuál es el camino correcto? ¿Alguien lo
sabe?
- Pues… ummmm, la verdad es que… -los
niños no sabían que contestar, ya que ninguno tenía la respuesta.
No había nada, ningún indicio que pudiera
indicar cuál era el túnel correcto.
- Yo creo… -comenzó Ángela. – que este
es un escondite de la bruja. Seguramente, uno de esos túneles conduce hasta el
exterior, para que la bruja pueda escapar… y el otro comunica esta cueva con el
castillo.
- Exacto.-dijo Chema.- Así que… si la
bruja quiere huir de su castillo, puede salir por un pasadizo secreto que llega
hasta esta cueva, parar a retomar fuerzas y decidir si vuelve a su castillo o
sale al exterior. En ese caso… tomaremos el túnel del Norte. Seguro que ese es
el que comunica con el castillo, y así por fin podremos entrar.
- Pero… ¿cómo puedes estar seguro de que
es el túnel Norte y no el túnel Sur el que comunica con el castillo? – preguntó
Jaime.
- ¡Porque lo se! ¡Porque lo digo yo! ¡Y
porque yo mando y digo que es el túnel Norte! - contestó enfadado Chema, al que
no le gustaba que cuestionaran sus órdenes.
- Está bien… mandón- le dijo Carmen -
como ninguno sabemos qué camino elegir… probaremos por el túnel Norte.
Muy satisfecho, Chema comenzó a caminar
hacia el túnel Norte, seguido de Carmen, Ángela y Jaime, que estaba un poco
enfadado porque Chema siempre quería mandar, a pesar de que no siempre tenía
razón.
El túnel Norte
Los niños comenzaron a caminar con paso
firme. Chema estaba seguro de que ese era el camino que les conduciría hasta
las entrañas del castillo. No habrían andado durante más de 10 minutos cuando
la tierra roja del camino empezó a entremezclarse con hierbas y barro. Era
extraño ver vegetación, dado que en toda la cueva no habían visto ni una sola
planta… Chema pensó que se estaban acercando, que seguramente las hierbas eran
la señal de que ya quedaba poco para llegar al castillo. Siguieron caminando
durante un buen rato, y cada vez había más hierbas, piedrecillas, e incluso
algunos animalitos. Vieron una rata, algunos gusanos… Los niños, que eran muy
respetuosos con la naturaleza y con los animales, iban con cuidado y procuraban
no estropear ni las plantas, que cada vez eran más bonitas, ni a los animalitos.
Continuaron avanzando y
sorprendentemente las fuerzas no les abandonaban. Gracias al desayuno mágico
que habían tomado en la cueva los niños se encontraban en perfecto estado
cuando de repente… Chema, que iba en primer lugar, detectó un olor
desagradable… desagradablemente familiar. También lo sintieron las chicas, que
empezaron a toser haciendo ruidos de repulsa y Jaime, que se tuvo que tapar la boca
con la mano para no vomitar. ¿Qué podría ser aquél olor? ¿Sería algún
hechizo? ¿Sería otra trastada de la bruja?
- Este olor… chicos… ¿no os suena? –
preguntó Ángela tapándose la boca y la nariz con la mano, ya que el olor era
insoportable.
- Sí… creo que esta es otra trastada de
la bruja - dijo Jaime.
- ¡Oh, ohohohoh…! - exclamo Chema - Creo
que ya se de que se trata. ¡La bruja se ha puesto el sombrero azul!
- ¿El sombrero azul? - preguntaron los
demás niños - ¡No puede ser!
- Chema… - dijo Carmen.- Si la bruja se
ha puesto el sombrero azul… eso significa que… ¡son aguas fecales! ¡ huele a
aguas fecales! ¡ por eso huele tan mal!
- ¡Qué asco! - gritaron los niños.
- Si la bruja se ha puesto el sombrero
azul… y podemos olerlo desde aquí… - dijo Chema - es porque ahora nos
encontramos cerca del pueblo. Lo que significa que este camino comunica con el
exterior… y estamos lejos del castillo. Lo siento amigos, me he equivocado.
- No pasa nada Chema, no estés triste –
le dijo Ángela- ninguno de nosotros sabía que opción elegir… y tú fuiste el
único valiente que te atreviste a decidir. Si no hubiera sido por ti… ¡no
habríamos descubierto que el túnel Norte lleva al exterior! Y por lo tanto el
túnel Sur nos llevará hasta el castillo.
- Si, bueno… supongo que si no hubiera
sido por mí… no habríais podido localizar la salida al exterior… y tampoco
habríais sabido que el túnel Sur es el que nos llevará hasta la bruja – dijo en
tono altivo Chema – Menos mal que estoy yo aquí para tomar las decisiones
importantes. ¡No se qué haríais sin mi!
Jaime, que estaba empezando a cansarse
de las chulerías de Chema dio un suspiro, se giró en redondo y empezó a caminar
a paso ligero de vuelta a la cueva.
- ¡No se vosotros! - gritó - Pero yo no
me quedaré soportando este olor tan espantoso por más tiempo. - dijo mientras
se alejaba en dirección a la cueva.
Los demás niños, que tampoco tenían
ninguna intención de seguir respirando aquello tan desagradable, siguieron a
Jaime. En último lugar iba Chema con una sonrisa de suficiencia ya que se
sentía muy orgulloso de haber sido capaz de resolver el misterio de los dos
túneles.
El túnel Sur
Los niños no sabían que hora sería
exactamente cuando llegaron de regreso a la cueva y descubrieron con asombro
que en la estantería de piedra en la que se encontraba la comida había 4
platos… ¡de macarrones con queso! Estaban calentitos y todo.
Los niños comieron, descansaron, y se
adentraron en el túnel Sur. Estaban muy orgullosos de haber conseguido
encontrar el camino correcto… ahora sería sencillo, porque todos habían visto
en su sueño como sería la batalla final pero… lo que no sabían era que no
habían sorteado todavía todos los obstáculos del camino.
Ya habían caminado un buen rato cuando a
lo lejos vieron que el túnel Sur se bifurcaba en dos caminos.
- ¿Qué haremos? ¿Qué camino escoger? -
dijo Carmen.
- Iremos por el lado de la derecha -
afirmó Chema. - Ya sabéis que yo siempre tengo razón
- ¡Si! Justo, que te lo has creído –
dijo Jaime un poco enfadado - no volveremos a hacerte caso… Como con lo del
túnel Norte… que siempre tienes razón… ¡ja!
De repente, los niños oyeron unos
ruidos, como una voz… más que una voz era una risotada.
No sabían de dónde había venido aquel
sonido, miraron a un lado y a otro, hacia el techo y… hacia el suelo. Y fue
allí, en el suelo, donde descubrieron a un caracol que se estaba partiendo de
risa.
El señor Caracol
- Buenos días
señor Caracol - dijo Ángela, tan educada y comedida como siempre.
- ¿Se puede
saber qué es lo que le hace tanta gracia, señor Caracol? - preguntó Jaime con
un tono un poco insatisfecho, ya que no le hacía gracia que un animalito se
estuviera riendo de ellos… ya que los niños siempre se habían portado bien con
los animales.
- ¡Jajajajaja!
“Me río porque
estáis ante un dilema imposible de averiguar.
Los dos caminos
llevan al castillo, más solo uno a vosotros os servirá.
Si tomáis el de
la derecha… ¿sabéis que os vais a encontrar?
Un suelo que
quema, con llamas que no podréis pisar.
Si por el
contrario la izquierda, es vuestra elección,
veréis un león,
que tiene una cama y no usa camisón.
Ahora valientes,
está en vuestra mano,
solo un camino
es el más sano.
Izquierda o
derecha, tenéis que pensar
cuál de los caminos,
al castillo os hará llegar.”
Al terminar su
cancioncilla el caracol se quedó callado por unos instantes, para luego seguir
canturreando, como si fuera el estribillo de una canción que se te ha quedado
pegado… “izquierda o derecha, tenéis que pensar… cuál de los caminos, al
castillo os hará llegar”.
Izquierda o
derecha, tenéis que pensar…
cuál de los
caminos al castillo os hará llegar
Los niños se
pusieron a pensar, ya que no les hacía ninguna gracia quemarse los pies pero…
luchar contra un león… ¡tampoco parecía una buena opción!
- Debemos ir por
las llamas - dijo Chema.- Seguro que si corremos rápido… apenas nos quemamos.
- Sí, claro -
dijo Jaime, que últimamente no hacía otra cosa que llevarle la contraria a
Chema - Yo por las llamas, no voy.
- Chicos, vamos
a pensar. Está claro que esto es un acertijo… y una de los dos pasadizos es el
que tiene la trampa… y seguramente el otro no tiene peligro - dijo Ángela
tranquilamente – El señor Caracol no nos quiere fastidiar… simplemente nos está
dando pistas para saber si somos lo bastante listos como para averiguar el
camino correcto y por tanto poder luchar contra la bruja. Pensemos un poco… eso
de que el suelo quema… ¿tiene algún sentido para vosotros? ¿O alguna vez habéis
visto a un león que tenga una cama y no tenga camisón? Todo esto es muy raro,
tiene que haber algo más…
- ¡Claro! El
suelo que quema… es un volcán - dijo Chema.
-¡Es cierto! Lo
sé porque la Señorita María Eugenia, que sabe muchas cosas porque le da clase a
los mayores, me lo contó un día. Hay sitios donde la tierra quema… tanto tanto,
¡que hasta se puede cocinar encima de las piedras! - dijo Jaime, que estaba tan
excitado por haber encontrado la respuesta que no se había dado ni cuenta de
que le estaba dando la razón a Chema.
- ¿Y cuándo has
hablado tu con la Señorita María Eugenia? Si ella le da clase a los mayores del
colegio… - preguntó Carmen algo intrigada.
- Pues… -dijo
Jaime avergonzado - fue un día que mi papá tardó más de la cuenta en venir a
buscarme… y ella me estuvo vigilando hasta que llegó.
- Bueno, eso no
importa ahora - dijo resolutivo Chema - Ya sabemos que es posible que el suelo
queme… ¿qué hay del león, con cama y sin camisón?
- ¡Claro! -
exclamó Ángela - ¡Cómo no nos hemos dado cuenta antes! Chema, eres un genio.
- Ummm, yo,
ummm, sí, soy un genio pero… anda, explícales tu a los demás por qué he
resuelto el misterio - dijo Chema, que en realidad no tenía ni idea de a qué se
estaba refiriendo Ángela.
- Es muy
sencillo… un león con cama y que no usa camisón… no es un león de verdad, es un
acertijo. Un león con cama… es un camaleón, y por supuesto que no usa camisón,
ningún animal lo hace. Así que el túnel de la izquierda, el del camaleón, es
por el que tenemos que continuar… porque eso no da miedo.
- ¡Bravo, bravo!
Sois dignos de admirar! Y tu, pequeña… sin dudar la que más! - dijo el señor
Caracol muy contento, ya que en el fondo, deseaba que los niños resolvieran el
misterio del túnel para que pudieran derrotar a la bruja. - Ahora sin más
dilación un consejo os voy a dar, con la bruja con cuidado tenéis que andar.
Pero algo muy importante os voy a contar, y es que cuando duerme… le cuesta
mucho despertar. Y ahora… me tengo que callar.
Y aquel extraño
caracol no volvió a decir ni una sola palabra. Los niños se apresuraron a continuar
su camino por el túnel de la izquierda… y cuando apenas habían caminado unos
minutos vieron un pequeño camaleón que algo asustado hacía lo posible por
camuflarse entre las rocas de las paredes del túnel. Los niños respiraron
aliviados y continuaron su camino… hasta que se encontraron una pared con una
puerta, sin duda, la entrada secreta al castillo.
La puerta mágica
Los niños no
podían creer que al fin hubieran conseguido llegar al castillo de la bruja.
Carmen se adelantó, agarró un aro de metal que colgaba de la extraña puerta a
modo de pomo, lo sujetó con fuerza y tiró de él.
Nada.
Ángela puso su
mano junto a la de Carmen y lo intentó con ella. Ambas tiraron con todas sus
fuerzas.
Nada.
Finalmente Jaime
se unió a las chicas y esta vez los tres tiraron con todas sus fuerzas…
Nada.
Los tres miraron
un poco desesperados a Chema. Todavía quedaba un pequeño hueco en aquel aro de
hierro para poner una mano más, una mano pequeña, como la de un niño de 6 años…
Chema se acercó y puso su mano en la arandela, junto a las de sus compañeros.
Los cuatro se concentraron, tiraron con todas sus fuerzas… nada.
- Esto es
absurdo, no lo vamos a conseguir - dijo Jaime apesadumbrado.
- Venga, - dijo
Ángela - hagamos un último esfuerzo, ¿vale? Cojámonos todos de las manos y… con
los ojos cerrados vamos a desear que la puerta se abra. Es una puerta mágica,
así que… tal vez si somos capaces de hacer un poco de magia…
Los cuatro niños
se cogieron de las manos y desearon con todo su corazón que la puerta se
abriera… estuvieron concentrados unos instantes y sintieron un cosquilleo, como
un hormigueo que penetraba desde una de sus manos y les recorría todo el cuerpo
para continuar por el otro brazo… Los cuatro niños, uno por uno, sintieron
aquel cosquilleo y cuando cesó abrieron los ojos.
Sorprendidos
descubrieron que la pesada puerta se había abierto un poco. Tiraron de la
anilla y pudieron abrirla del todo. Entre todos, habían conseguido dar un gran
paso… ya estaban dentro del castillo de la bruja.
El castillo de
la bruja
En el castillo
la iluminación era muy diferente a la de la cueva. A los niños les costó
acostumbrarse un poco a la oscuridad, ya que el castillo estaba menos iluminado
todavía que la cueva. Los niños pudieron ver a través de una ventana que ya era
de noche. Con un poco de suerte… la bruja estaría durmiendo, y el caracol les
había dicho que “la bruja cuando duerme, le cuesta mucho despertar”.
Los niños
continuaron avanzando por un pasillo cuando llegaron a lo que suponían la
habitación de la bruja. Las paredes estaban pintadas de rojo y había una gran
cama con dosel de color negro en el centro de la habitación.
De repente
oyeron un ruido, parecía como un trueno o… algo peor. ¿Se habría puesto la
bruja el sombrero negro para provocar otra tormenta?
Los niños que
eran muy valientes, dieron un paso más, para ver la totalidad de la habitación
de la bruja. Descubrieron que tenía una estantería en la que exponía todos sus
sombreros… aunque había un hueco vacío. Faltaba un sombrero… pero no era el
negro, era el azul. Los niños miraron hacia la cama justo en el momento en el
que se volvió a oír aquel ruido ensordecedor. Vieron que la bruja llevaba
puesto el sombrero que faltaba, el sombrero azul… el que hacía que las aguas
fecales infectaran todo el pueblo… entonces… ¿qué podían ser aquellos horribles
sonidos? Solo Jaime fue lo bastante valiente como para acercarse hasta la cama
de la bruja para descubrir que aquellos sonidos tan horribles… ¡eran los
ronquidos de la bruja!
- ¡Reunión! -
dijo en un susurro Chema, que todavía estaba demasiado cerca de la bruja como
para que los demás niños se acercaran.
Todos le miraron
dubitativos y dieron un paso atrás.
- Está bien… iré
yo - dijo Chema, dirigiéndose hacia la entrada de la habitación de la bruja. –
No sabemos cuánto va a dormir la bruja, solo sabemos que cuando la bruja duerme
le cuesta despertar así que… debemos darnos prisa, ya que no sabemos de cuánto
tiempo disponemos.
- Habéis visto…
lo que había en la estantería, verdad - dijo Chema.
- Sí, estaban
los sombreros de la bruja. TODOS sus sombreros – dijo Carmen poniendo énfasis
en la palabra “todos”.
Los cuatro niños
sabían que la clave para derrotar a la bruja estaba en el sombrero blanco, y
había sido un alivio encontrarlo en la estantería, junto a los demás. Era
cierto que la bruja no se iba a despertar fácilmente pero… ¿cuántas horas
duraría su sueño? ¿tal vez serían minutos? Nuestros valientes amigos no sabían
de cuánto tiempo disponían para llevar a cabo su plan así que debían darse
prisa… la batalla final iba a comenzar.
El plan
Los cuatro niños
tenían claro lo que había que hacer, todos lo habían visto en su sueño, y no
había hecho falta hablar de ello porque… todos sabían cuál iba a ser su papel
en el desenlace de esta historia.
Carmen y Chema
buscaron en el pasillo una habitación segura. Encontraron una especie de
biblioteca llena de libros con telarañas… parecían libros de conjuros y daban
un poco de miedo pero… ese era un lugar seguro. No tenía ventanas, así que
nadie desde el exterior podría verlos y la extraña iluminación… algo más fuerte
que en el resto de la casa, les vendría realmente bien.
Los niños
abrieron sus mochilas, colocaron sus cuadernillos de matemáticas abiertos en el
suelo y sacaron sus pinturas y rotuladores. Esas eran todas las armas que
tenían para enfrentarse a la bruja.
Por su parte,
mientras Ángela vigilaba, Chema se acercó hasta la estantería de los sombreros
y cogió el blanco.
Ángela y Chema,
con el sombrero en las manos se reunieron con sus amigos en la habitación.
Colocaron el sombrero sobre los cuadernillos de matemáticas y sacaron de sus
mochilas también las pinturas y los rotuladores.
- Solo tenemos
una oportunidad de que esto salga bien - dijo Ángela, así que tendremos que
hacerlo bien.
- Yo creo que…-
comenzó a decir Chema en su habitual tono chulesco.
- ¡No! - dijo
Carmen. - Dejamos que nos mangonees porque sabemos que te gusta ser el jefe y
no nos importa pero… esto es importante. Deja que Ángela hable ahora.
Chema se sintió
un poco ofendido a la par que avergonzado al ser consciente de que sus amigos
sabían que él no era tan listo como Ángela, pero comprendió que no siempre
podía ser el mejor. Y ahora, a Ángela, le tocaba ser la jefa.
- Bien, chicos.
Vamos a ver. Todos tuvimos el mismo sueño, ¿verdad? – Continuó Ángela- así que
sabemos lo que tenemos que hacer. La bruja ahora mismo lleva puesto el sombrero
azul. La leyenda dice que el sombrero blanco nos traerá la paz… pero la bruja,
jamás se pondrá el sombrero blanco.
- Entonces…
¡aprovechemos que está dormida y cambiémosle un sombrero por el otro! -dijo
Jaime.
- Está bien.
Probémoslo.- dijo Carmen.
¿Quién le pone
el cascabel al gato?
Los cuatro niños
con el sombrero blanco entre sus manos se acercaron hasta la habitación de la
bruja. Estaban muy nerviosos porque… una cosa era ver a la bruja o vigilarla… y
otra muy distinta era ¡quitarle el sombrero! Por un momento los niños
entendieron perfectamente ese cuento en el que los ratones decidían que la
solución a sus problemas sería ponerle un cascabel al gato pero… finalmente
ninguno se atrevía a hacerlo. Ahora los niños pensaban apesadumbrados… ¿quién
le pone el cascabel al gato?
Finalmente Chema
soltó el sombrero blanco y afirmando que tal vez no fuera el jefe pero sí
seguía siendo el más valiente, adelantó un paso tras otro hasta que se colocó
justo al lado de la cabecera de la cama de la bruja. Sujeto con fuerza el
sombrero azul de la bruja… tiró hacia atrás de él y… nada.
- Quizá el
sombrero pesa demasiado… tal vez tengamos que tirar todos de él. –dijo Carmen.
Con algo de
miedo los niños se colocaron junto a Chema… sujetaron con fuerza, contaron
hasta el tres y tiraron hacia arriba… nada.
- ¡Claro! – dijo
Jaime - es como la entrada al castillo. No es cuestión de fuerza, sino de maña.
Cojámonos las manos y deseemos con todas nuestras fuerzas que el sombrero se
caiga de la cabeza de la bruja. ¡Seguro que funciona!
Los niños muy
excitados dieron un paso atrás, alejándose un poquito de la cama de la bruja…
por si acaso. Cogieron sus manos y desearon con todas sus fuerzas que el
sombrero de la bruja se moviera, aunque solo fuera un poco. Se concentraron y
pensaron con fuerza, todos deseaban volver a sentir ese cosquilleo, ese que
sabían que era el que hacía la magia… y… nada.
No hubo
cosquilleo, ni magia ni nada. En su lugar hubo otro ensordecedor ronquido de la
bruja que hizo que los niños salieran de su estado de concentración.
Los cuatro fueron conscientes de que esa
no era la solución. Como no se sentían cómodos en la habitación de la bruja,
cogieron el sombrero blanco y volvieron a la extraña biblioteca, donde habían
decidido situar su centro de recursos.
¿Papel?
Se sentaron sobre sus cuadernillos
(porque no querían enfriarse) y estaban algo apesadumbrados. En su sueño, todos
habían sabido que lo conseguirían, todos sabían que el sombrero blanco era la
clave y que las armas para vencer a la bruja estaban en sus mochilas sin
embargo… no entendían de qué iban a servirles un montón de rotuladores y
pinturas. Rebuscaron en sus mochilas en busca de algo más pero… nada, estaban
vacías.
Allí estaban, cuatro niños valientes de
tan solo 6 años, sentados en el suelo con un montón de pinturas y rotuladores y
un sombrero blanco que más que el sombrero de una bruja parecía un sombrero de
papel.
¿Papel? De repente ese extraño
cosquilleo embargó a los cuatro niños y todos supieron inmediatamente lo que
tenían que hacer. Estaban tan contentos que ninguno podía hablar ya que la
emoción les embargaba… tenían un plan y esta vez iba a funcionar.
La batalla final estaba a punto de
comenzar aunque… realmente no sería una batalla, iba a ser más sencillo que
todo eso… una vez más, el ingenio iba a solucionar un problema que no se podría
haber resuelto de otra forma… y solo el corazón puro de cuatro niños de seis
años que todavía no conocían la maldad habría sido capaz de descubrir la manera
de derrotar a la malvada bruja.
Solo Ángela se atrevió a decir con
palabras lo que todos estaban pensando…
El sombrero blanco
- Se que todos lo habéis sentido…
¿verdad? - dijo Ángela - No vamos a tener que luchar con la bruja. No le
pegaremos, ni la empujaremos… ni nada parecido. Solo tenemos que conseguir que
se ponga el sombrero blanco… por su propia voluntad.
- Siii - dijo Carmen - pero todos
sabemos que eso no va a pasar así que… tendremos que engañarla un poquito,
jijiji.
Si, los niños sabían que tendrían que
engañar a la bruja pero… era por una buena causa. Aunque ahora… todavía tenían
que ponerse de acuerdo en algo… debían elegir un color.
Chema quería el negro, las chicas se
decantaban por el verde y Jaime quería el amarillo.
- Si la bruja estuviera muy muy
enfadada… ¿qué sombrero se pondría? - dijo Carmen
- ¡El negro! – exclamaron los cuatro
niños a la vez. Y es que sin duda el sombrero negro era el peor de todos.
Así que los niños ya sin ninguna duda
cogieron los rotuladores negros…. Y empezaron a pintar el sombrero. Sí, sí, el
sombrero blanco de la bruja lo pintaron con mucho cuidado de color negro. Y es
que los niños sabían que la bruja jamás se pondría el sombrero blanco por
propia voluntad… pero sin embargo si se lo ponía creyendo que era el negro… sí,
su plan iba a funcionar. Aunque tenían que pintarlo con mucho cuidado, no podía
quedar ni un solo huequecito blanco porque si no la bruja se daría cuenta del
engaño y su plan no funcionaría.
Los cuatro valientes estuvieron pintando
toda la noche. De vez en cuando se les cansaba la manita y tenían que coger el
rotulador con la otra pero finalmente con los primeros rayos de sol… el
sombrero estaba terminado.
Chema y Ángela sujetaron el falso
sombrero negro mientras Carmen y Jaime cogieron el auténtico para esconderlo.
Debían darse prisa, el sol estaba saliendo y la bruja estaba despertándose…
Carmen y Jaime no sabían que hacer así que metieron el sombrero debajo de la
cama de la bruja.
Ahora que Chema y Ángela tenían el
camino libre solo tenían que dejar el sombrero de la bruja en la estantería y
salir corriendo de allí por el túnel secreto que llevaba hasta la cueva y
después por el túnel norte que les llevaría al exterior. Solo era cuestión de
tiempo que la bruja se enfadara y se pusiera el falso sombrero negro… era un
plan genial, no había ningún fallo… a excepción de una cosa. La bruja se estaba
despertando y los niños todavía no habían colocado el sombrero en su sitio.
Carmen y Jaime estaban en la puerta de
la habitación, cuando boquiabiertos, vieron como la bruja abría un ojo, luego
otro ojo, y después soltaba un alarido a modo de bostezo.
Chema y Ángela todavía sostenían el
falso sombrero negro entre sus manos cuando la bruja dando otro grito se
levantó de un salto de la cama y se colocó delante de ellos.
La batalla final
- Jajajajaja - graznó la bruja - Mira lo
que me han traído los monstruos de la noche… cuatro niños para desayunarrrrr.
Lástima que no me gusten los niños… son demasiado tiernos - dijo la bruja
riéndose.
Los niños estaban muy asustados aunque
algo aliviados de saber que aquella malvada bruja no comía niños.
- Corred, no seáis tontos, escapad
vosotros que podéis - gritó Chema, que todavía sostenía el sombrero con la
ayuda de Ángela.
- ¡No! No os dejaremos solos - gritó
Jaime blandiendo a modo de espada su rotulador negro, que todavía lo conservaba
en la mano,
- Jajajajaja, niños ignorantes - se rió
la bruja - ¿de verdad creíais que podríais robarme los sombreros mientras
dormía?
- ¿Ro ro robarlos?- dijo Chema, que
estaba muy asustado de estar tan cerca de la bruja.
- Síiii, que lista eres malvada bruja -
dijo Ángela que sorprendentemente estaba manteniendo la calma, mientras le daba
un codazo a Chema para que se callara – Efectivamente ese era nuestro plan. Y
como el sombrero negro es el que nos da más miedo… es el que primero te
queríamos quitar.
- Ah, ¿sí? - dijo sorprendida la bruja -
Valiente niña que te atreves a hablar, tal vez te haga algún conjuro para que
te quedes aquí a servirme… Pero antes de eso… voy a hacer la mayor maldad de
todas. Aprovechando que tengo un público tan cercano y especial… voy a hacer
algo que no he hecho jamás. Voy a ponerme todos los sombreros… a la vez. Ja,
jajajá, jajajá. Ja.
- Pero… -dijo dubitativo Chema, que ya veía
qué era lo que pretendía Ángela - ¿cómo vas a poder ponerte todos los sombreros
a la vez? Si además… ya llevas uno puesto.
- Muy sencillo niño, primero me pondré
uno, y después otro, y otro y otro y otro – canturreó la bruja.
- ¡A mi me dan igual los sombreros! El
único que me da miedo es el negro - dijo Jaime, que también había descubierto
el plan - y como el negro lo tienen mis amigos… no te lo vas a poder poner.
- ¡Pásamelo! - gritó Carmen a Ángela,
que por fín había comprendido cual era el verdadero plan.- Tírame el sombrero
negro y yo lo destruiré.
Ángela echó los brazos hacia atrás para
tomar impulso y poder lanzar el pesado sombrero. Una, dos y… tres. El sombrero
salió volando por encima de la cama en dirección hacia Carmen, que ya estaba
avanzando hacia delante para recogerlo cuando vió que la enfurecida bruja había
dado un salto sobre la cama para poder coger el sombrero antes.
Al saltar, a la bruja se le cayó al
suelo el sombrero azul… pero a pesar de ello la bruja sonreía… y también los
niños.
- Sí, se me ha caído el sombrero azul,
pero eso no importa - dijo la bruja satisfecha - He conseguido coger el
sombrero negro, que es el que os da más miedo… y ahora me lo voy a poner… y
después me pondré otro, y otro y otro…
Los niños seguían sonriendo. La bruja
había cogido entre sus manos el falso sombrero negro, y estaba a punto de
ponérselo en la cabeza… el sombrero negro, que en realidad era el sombrero
blanco que los niños habían pintado. Ya faltaba poco… si la bruja se lo ponía
en la cabeza… la paz llegaría. Todo el pueblo lo sabía, la bruja lo sabía, los
niños lo sabían... ahora intentaban contener la sonrisa pero era muy difícil ya
que estaban muy emocionados…
- ¿Por qué sonreís, mocosos? - dijo
enfadada la bruja - ¡Yo borraré vuestras sonrisas… ahora! - gritó la bruja
justo en el momento en el que se ponía el sombrero negro en la cabeza.
Los niños suspiraron de emoción. No
sabían que iba a ocurrir en ese momento, pero en el fondo de su corazón sabían
que habían derrotado a la bruja… que la paz llegaría… pero… ¿cómo iba a
suceder? No lo sabían… y ahora tenían un poco de miedo.
Y la paz llegó
De repente la bruja empezó a temblar muy
fuerte, se zarandeaba de un lado al otro y gritaba:
- Niños, que me habéis hechoooo
Los niños vieron, algo sorprendidos,
como la bruja empezó a girar y a girar tan rápido que hasta se levantó viento.
Un viento muy especial que envolvió todos los sombreros de la bruja y también
ellos empezaron a girar. La bruja y sus sombreros giraban y giraban sin parar.
También las pinturas de colores de los niños se unieron a aquel huracán y poco
a poco los niños vieron como sus pinturas y rotuladores, con ayuda de aquel
viento mágico pintaban las paredes rojas de aquella habitación de color rosa,
verde, dibujaban florecitas y mariposas. La cama con dosel que antes era negra
ahora se había vuelto blanca y lo que antes era una habitación que daba miedo
ahora era todo lo contrario, una habitación muy bonita que inspiraba
tranquilidad.
Incluso el olor a moho envejecido del
castillo se había transformado en un suave olor a rosas. La bruja, poco a poco
estaba dejando de girar y los niños podían ver como el sombrero que ellos
habían pintado de negro, poco a poco había recuperado su color natural, el
blanco. Ahora la bruja también vestía de color blanco y miraba asombrada toda
su habitación.
- Niños, niños… -dijo la bruja
sorprendida y confusa - ¡qué me habéis hecho!
Ángela y Chema que todavía estaban cerca
de la cama de la bruja fueron corriendo a reunirse con sus amigos, que
boquiabiertos miraban hacia la estantería de los sombreros. Ahora, todos los
sombreros conservaban sus antiguos colores, pero tenían un brillo especial,
antes cuando los miraban los sombreros daban miedo sin embargo ahora… parecían
dar felicidad.
- Niños, niños - dijo la bruja - No se
que me habéis hecho, pero gracias, gracias de verdad.
- ¿Gracias? - dijo Chema - ¿La bruja nos
da las gracias?
- Si, niños, muchas gracias. Antes
siempre estaba enfadada y quería hacer maldades pero ahora me siento feliz.
Ahora ya no quiero que el pueblo sea un lugar sucio y feo… ahora ya no hay
maldad en mí, y solo quiero hacer el bien. ¿Véis mis sombreros? Ahora ya no
sirven para hacer trastadas… sino para hacer cosas buenas que ayuden a los
demás. Siempre supe que si me ponía el sombrero blanco mi vida cambiaría pero…
- ¿Y si lo sabías… por qué no te lo
pusiste nunca? – la interrumpió Chema, que era muy impaciente y curioso.
- Mi querido niño - dijo la bruja con
tono de dulzura - Sabía que mi vida cambiaria… y tenía miedo. Miedo de que no
me gustase el cambio. Si hubiera sabido que me iba a sentir tan bien… yo misma me
lo hubiera puesto hace mucho tiempo… y no me habríais tenido que engañar. A
partir de ahora, incluso el sombrero negro, servirá para hacer el bien. Solo me
lo pondré por las noches, para velar por vuestros sueños y que ningún niño del
pueblo vuelva a tener pesadillas.
Los niños estaban muy contentos porque
habían conseguido que la bruja se volviera buena, y ahora, en lugar de hacer
trastadas… cuidaría de todo el pueblo para que todos fueran felices y vivieran
mejor.
- Uy, no me había dado cuenta… nuestros
padres deben de estar preocupados - dijo Carmen.
- No te preocupes bonita - dijo la bruja
- voy a hacer un hechizo para que vuestros padres sepan todo lo sucedido y que
estáis bien…
Y dicho y hecho la bruja pronuncio unas
palabras y los niños sintieron un gran alivio.
Se despidieron de la bruja y se
dirigieron hacia la puerta secreta… que les llevaría a la cueva y al túnel
Norte que llevaba al exterior. Cuando ya salían la bruja les dijo que volvieran
cuando quisieran, pero esta vez por la puerta principal.
Y así fue. La bruja siguió jugando con
sus sombreros, que ahora servían para hacer cosas buenas como limpiar las
calles o que crecieran plantas bonitas. En aquel pueblo reinó siempre la paz y
los niños cuando tenían algún problema o alguna duda importante acudían a ver a
la bruja, que era muy sabia y siempre les ayudaba… y si ella no tenía las
respuestas… siempre podían echarse una siestecita en la cama mágica de la cueva
que resolvía todos los problemas durante el sueño.
Y colorín colorado… este cuento se ha
acabado.
Fin
que lindas historias quien es el autor
ResponderEliminar